jueves, 11 de enero de 2018

El pañuelo




   Para salir a la calle, la mujer debía llevar siempre el escote cubierto por un pañuelo, ya fuera de algodón, de lana, de lino, de seda, bordado, estampado… 

   Distinguimos entre los pañuelos de diario y los de arreglarse. Los primeros son sencillos cuadros de tela de algodón o de lana, que no tienen adornos y cuya única función es la de tapar y abrigar.

   Entre los de mudar, lo más habitual de los que nos ha llegado son los pañuelos blancos de tejidos suaves y consistencia tenue. En esta familia incluimos los de muselina, de cambray, de gasa, de"cotonet", de batistilla y de clarín

   Es mucho más raro encontrarlos en seda, aunque sí se describen en los archivos, quizá porque la seda es un elemento más perecedero, más difícil de conservar. En este  grupo añadimos los pañuelos más caros, bien por ser de seda o por estar a la última, como los “de China” y “los Malteses”.

   En otro apartado asociamos aquellos pañuelos cuya consistencia es más ruda, como el lienzo, el naval (que es un tipo de algodón de grosor medio), y la lana (bayeta).

    En el gráfico que sigue el pañuelo adquiere protagonismo como indicador del rango social de su portadora. Vemos por primera vez diferencias entre la riqueza de los tejidos que utilizan las mujeres segorbinas y los demás. En las otras prendas descritas hasta ahora estas diferencias no eran significativas.



Gráfico 4: Porcentaje de mujeres que tienen pañuelos de las diversas categorías.



“... Un pañuelo de musolina bordado de estambre en diez y ocho sueldos... ... Un pañuelo de seda azul usado catorce sueldos...” 
“... Un pañuelo de bayeta escarlatinada en seis sueldos, seis dineros...” 

  
 Su forma es un cuadro de alrededor de 90 cm de tela. Cuando se borda  se hace en una esquina por una cara y en la contraria por la otra, de manera que al doblarlo en diagonal se logre ver por la superposición, el dibujo de la orilla de la parte de abajo. Pero no nos es ajeno encontrar “picos” o medios pañuelos, que , si bien pueden estar hechos a propósito, también es posible que se trate de herencias, en las que dos personas llegan a compartir un mismo pañuelo.

 “... Un medio pañuelo de seda a muestras y otro medio de batistilla con bobillo en una libra, seis sueldos y siete dineros...” 
  


   Los dibujos a menudo son unas guirnaldas de motivos vegetales que parten del centro. Éste tendrá un motivo más grande, como una flor, una cesta de flores, un ramillete, etc. El punto más comúnmente utilizado es la cadeneta, así como los deshilados (filtré, calado de aguja). En otro tipo de pañuelos pueden aparecer motivos sueltos que suelen ser flores o pájaros. En estos pañuelos blancos el color del bordado va desde el blanco, que es el más repetido, a bordados en un color (rojo, azul...), pasando por policromías y bordados con hilos de metal de oro o plata, con lentejuelas. Se rematan bien con una simple orilla, bien con ondas festoneadas, con encajes , cintas o farfalanes. 



   Además hay pañuelos cuyo tejido es de color (rojo, azul, marrón, negro, paja...), y generalmente de seda,  que aunque no son tan abundantes también hay que tenerlos en cuenta, pues están bastante extendidos. En ellos los tipos de bordados son los mismos que los blancos y también pueden llevar lentejuelas, aunque todo apunta a que estos últimos serían más modernos, de la primera mitad del siglo XIX.
     
  
“... Dos pañuelos nuevos de seda de colores de dos caras en dos libras...”


     Normalmente, en una misma zona geográfica suelen coincidir bastante los dibujos, lo que nos indica que, o bien una persona hacía los dibujos, o que unas personas copiaban a otras. Pero lo más curioso es ver cómo este tipo de pañuelos, en material y en bordados, se corresponde con los utilizados en los vestidos aristocráticos de influencia francesa , como muestra de la interacción de la moda en todas las clases sociales.
     La disposición del pañuelo sobre los hombros no ha de implicar dificultad alguna, pues debemos pensar en la propia función de éste, que,  como se cita anteriormente, no es otra que la de cubrir el escote. Hay que tener en cuenta que la mujer en su casa no cuenta con ayuda alguna ni para vestirse ni para peinarse, por lo que todos los usos que hagamos de la indumentaria tradicional que presenten la necesidad de involucrar a otras personas son, como poco, sospechosos de no respetar la realidad de la época.
     A partir de los años 70 de este siglo XVIII, a menudo nos encontramos el pañuelo emparejado con la corbata, que es una pieza estrecha y larga que se anudaría al cuello tras rodearlo, de modo similar al de la corbata masculina.
     El uso de la corbata está documentada desde 1773 a 1799. Debió ser una influencia de la moda urbana. De los 10 inventarios de esos años de mujeres de Segorbe, 5 las muestran ( 50 %), frente a sólo 3 de los 17 inventarios de otros pueblos ( 18 %).
     “... Un delantal de clarín y una corbata con encajes en quatro libras y 16 sueldos...” 



     “... Un pañuelo negro y una corbata en una libra, seis sueldos y siete dineros...”



     “... Un pañuelo y corbata de musolina usados en una libra, un sueldo y quatro dineros...”



     “...Una corbata de musolina a ramos en treze sueldos...”

lunes, 29 de febrero de 2016

Faldillas, sayas y sayalejos.





   Para uso cotidiano, así como para dar volumen bajo un guardapiés, se usan faldillas y sayas.

   La faldilla o faldellín es un guardapiés para uso interior o para uso diario que tiene la apertura por delante. Está confeccionada con tejidos de menor calidad de lana, seda y algodón.

“... Unas faldillas de llevar color verde...”

   Las faldillas de lana son de bayeta o de estameña de casa de color azul, encarnado, negro o verde. Hechas de seda tenemos una de "sarja con puntilla blanca" y otra de "iladillo de color verde". Por último hay una verde de hilo y algodón y dos amarillas, una cuyo material no consta y la otra de hilo y lana.

Miembro del grupo folclórico Alimara. Valencia 2014.


   No agrupamos las faldillas y las sayas con los guardapiés porque comprobamos que las dos mujeres que tienen sayas también poseen faldillas, guardapiés y basquiñas, diferenciadas así por el notario que redacta los documentos. Suponemos que como son prendas vulgares no se incluyen habitualmente en las dotes, pues sólo constan 2 faldillas en Segorbe y 9 en los pueblos, así como una saya en Canales y dos en Caudiel.

   Las sayas se describen al igual que las faldillas de bayeta de la tierra y de sarga, aunque parecen ser de una categoría superior y de uso exterior.  De hecho la tercera saya que aparece es de tabí, un tejido parecido al tafetán grueso que hace aguas y ondas. Otra pista la encontramos una vez más en el diccionario:

SAYA, vestido de muger que prende de la cintura hasta los pies...( )... Las señoras en lugar de saya usan el que llaman guardapies.
TER M 1788 (Pag: 447,1)

      Nosotros las identificamos como prendas de invierno.

   La primera aparición de “refajo” en el diccionario data de 1817, pero no es hasta 1852 cuando, en su segunda acepción, la definición coincide con nuestra apreciación:

...”Saya exterior de que usan las mujeres en algunas provincias de España: es ordinariamente corta, y se cruza por detrás...// Zagalejo interior de bayeta ú otra tela tupida, que usan las mujeres para abrigo. “ 
RAE U 1852. (Pag: 594,2) 
   En muchos lugares las sayas se usaron prácticamente hasta finales del siglo XIX, por lo que se han conservado mejor las más recientes, aunque varía su confección de acuerdo con la moda de cada momento.

Refajo antiguo propiedad de Pilar Ibáñez. Segorbe

    Suelen ser de un color liso, (azul, verde, rojo y amarillo son los más abundantes).

   En épocas más recientes las sayas o refajos se adornan con dibujos estampados, con cintas o bordados, que suelen ser los más apreciados. También los hay de tela rayada o formando cuadros. Otro tipo de adorno es el picado o recorte de paño de color con formas geométricas contrastando con el color principal.






   El sayalejo es una falda de algodón, que también tenía un doble uso como interior y exterior. A las telas de algodón fino, rayado o estampado con motivos florales se les llama indianas. El nombre proviene del origen “de las Indias” de estos tejidos. 

  Tomamos la denominación “sayalejo” de los documentos consultados, aunque en los últimos también lo citan como “sagalejo”. En el diccionario aparece como "zagalejo".

   En nuestro estudio hemos contabilizado nueve zagalejos, ocho de ellos de indiana y el noveno no especifica el tejido. Los colores son azul, pie blanco y colores, blanco y oscuro.  Hay cuatro en los que no consta.

   Puede ser simplemente una falda fruncida en la cintura o estar adornado con un volante de la misma tela y con cintas de colores. El zagalejo hallado en Segorbe es, además, plisado, tanto la falda como el volante.


Reproducción de sayalejo plisado de indiana con pie blanco.


   Las primeras indianas eran consideradas tejidos de lujo, puesto que no todo el mundo tenía acceso a ellas. De hecho, llegaron con más facilidad cuando en 1760, Carlos III permitió la entrada en España y en las Indias de tejidos de algodón o con mezcla hechos en el extranjero, para saber qué consecuencias tenía esta decisión en la economía. Tras comprobar la repercusión negativa que esta apertura del comercio tenía sobre la Hacienda, volvió a prohibirlos, so pena de decomiso tanto del género como de los carruajes y animales que se utilizaran para su transporte, así como el pago de veinte reales por vara. (*)

   No fue hasta 1797 que se decretó al fin la libertad comercial, lo que coincide con el mayor uso en Segorbe de este tejido tanto en sayalejos como en pañuelos, delantales, ropa de cámara y algún jubón. La proporción es 62’5% de piezas datadas entre 1797 y 1799 frente al 37’5% de piezas anteriores.


(*) Ruth de la Puerta. "El llenguatge del vestit". Edicions del Bullent. Páginas 50 y 51.




martes, 26 de enero de 2016

Briales, guardapiés, tapapiés y basquiñas.


  
   Sayas, sayalejos o sagalejos, faldillas, briales, guardapiés o tapapiés y basquiñas, son clases de faldas que se usaban dependiendo de la temperatura, la función y la economía de cada caso.

   El guardapiés , tapapiés o brial es una de las piezas más usadas y representativas del siglo XVIII. Lo poseían todas las mujeres, de cualquier estrato social, variando sólo la calidad de los tejidos. Es una falda de vestir, por lo que generalmente es de seda ( aunque también se citan de lana ). Es muy común que las variedades más modestas fueran tejidas en casa, bien con seda de aldúcar, bien con la más inferior:

   “... de texido de casa verde, de toda broza de desperdicios de seda....” 
  
  
Esta anotación define lo que es el filadís o hiladillo. Se aprovechaban los hilos rotos y los sobrantes de otros trabajos, dando lugar a un tejido liso de baja calidad que presenta irregularidades o defectos en su textura.

Vemos en el gráfico como prácticamente todas las mujeres tenían faldas de seda.
Gráfico 3: Porcentaje de mujeres que poseen faldas en los diferentes tejidos.

  
  Todas las faldas, tienen en común el vuelo, que no suele ser menor de los cuatro metros y que se reparte en dos partes, siendo la delantera un tercio de la tela. Se ajustan a la cintura por medio de cintas y el largo varía, según se aprecia en antiguos grabados, de entre 10 a 15 cm del suelo.

   Tanto los guardapiés de lana, como los de seda que se confeccionan en casa, suelen ser de un sólo color y esto puede ser la razón que explique el alto porcentaje de piezas adornadas con encajes, puntillas y farfalanes, (volantes de un tejido diferente, en otro color o en el mismo).

Exposición del Grupo Almagrán : INDUMENTOS. (Fotos de Miguel).
  
   Resulta bastante interesante  indagar en la moda del farfalán. Si buscamos la palabra “farfalá”, el diccionario nos remite a “falbalá”. En 1732 se define como :
“Adorno compuesto de una tira de tafetán, ù de otra tela que rodéa las basquiñas y briales de las mugéres, toda alechugada y cosida por el canto superior y suelta por el inferior: y se suelen echar no solo uno sino dos, tres y aun quatro. Tambien se llaman assi las cenefas de cortinas puestas en la misma disposición. El uso de este adorno es moderno en España, y la voz tomada del Felbalo Húngaro. Oy comúnmente se dice Farfalá.”   (RAE A 1732 Pág: 709,2)  
   A partir de 1783, cuando consultamos “falbalá”, nos lleva a buscar “farfalá”, aunque siempre con el mismo significado. Desde 1869, este segundo vocablo se sustituye por “faralá”. Pero será en 1925 cuando se añada una segunda acepción :
2. fam. Adorno excesivo y de mal gusto”. (RAE U  1925 Pág: 561,1)
   Esto nos indica que ya se ha pasado la moda de este adorno, que perduró durante buena parte del siglo XIX.
   De los 120 guardapiés contabilizados, 45 tienen explícitamente este tipo de adornos, (37,5%). Otros 9 podrían llevarlos implícitamente, al hablarnos de dos tipos diferentes de tejidos (7,5 %). Sólo en 8 casos nos hablan de falta de guarnición: lisos o llanos (6,7 %) y en los 58 restantes no se dice nada al respecto (48,3 %).

“... Un guardapiés de chamelote de color de rosa con puntilla blanca en dos libras...” 

Reproducciones inspiradas por las descripciones de los ajuares. 
   Damascos, brocados y espolines realizados por artesanos valencianos, muy cotizados tanto por la riqueza de sus dibujos, como por la diversidad de los colores, (incluidos hilos de metal de oro o de plata) eran tejidos que se compraban en Segorbe a las diferentes Compañías de Mercaderes de esta ciudad, aunque por su precio lógicamente estaban reservados a las familias más acomodadas.

   Una práctica habitual, gracias a la cual las familias podían hacer una buena dote para sus hijas, consistía en que de la seda que los labradores  vendían a los telares valencianos se reservaba una parte de lo que debían cobrar a cuenta, recibiendo más tarde el pago en forma de cortes de tela de estas categorías superiores.

   “... Un guardapiés de Princesa verde y blanco usado, en ocho libras diez sueldos...”

 La basquiña es un tipo de falda cuyo uso se extendió, aunque con cambios en la forma de coserla, hasta finales del siglo XIX o principios del XX en las zonas rurales. Aunque ahora la distinguimos por ser de color negro, no siempre fue así, siendo su carácter más formal quien la identifica.

   Entre la ropa femenina tratada por Albayzeta, no hay otro tipo de faldas que no sean basquiñas, que se describen acompañadas de su jubón en la mayoría de los casos. Unas veces son de seda “a flores”, otras veces con “rastreo” o cola, y también para niñas. La definición de "falda" que da el diccionario nos aporta datos sobre el uso de este tipo de ropa, ya que además del significado que hoy conocemos, hay otro que identifica la falda con la cola que arrastra sólo en el caso de ser una mujer de "alta autoridad" y en el caso de los enlutados en los entierros. En ningún caso se nombra el color, pero en todas ellas el largo de la falda es mayor por la parte trasera.



 Reproducción de BASQUIÑA Y JUBÓN A FLORES... (Página 12 del libro de Juan de Albayzeta).  https://www.youtube.com/watch?v=Tehy7c8QzfE


Unión de las piezas de la basquiña, vista desde arriba, y extendida. Unión de las piezas de un jubón sin  haldetas.

 Estas prendas del sastre están pensadas para las damas, pero entre labradores y gentes de nuestro entorno constatamos en los inventarios  que la mayor probabilidad de que un jubón y una falda conformen un traje se da cuando hablamos de basquiñas:

   “... Un jubón de Chamelote de color de Pasa apreciado en una libra , diez y seis sueldos.... ( )...Una basquiña de Chamelote de color de Pasa en tres libras y diez sueldos...” 

    Tenemos pruebas del uso de la basquiña negra durante el siglo XIX, pero en el siglo XVIII, si solamente 16 de las 54 mujeres estudiadas, ( el 27,7%), tienen alguna basquiña cuando están en edad de casarse, ¿sería que la usarían a partir de determinada edad además de en los lutos?  Recordamos aquellas señoras de los pueblos que en las primeras décadas del siglo XX todavía iban vestidas como de uniforme: todas de negro, con toquilla y delantal negro y pañuelo en la cabeza del mismo color.
   
Exposición INDUMENTOS

    Podéis consultar  en los glosarios el que corresponde a LA FALDA. 

martes, 19 de enero de 2016

La cotilla y la casaca.

LA COTILLA

   Precisamente para el uso como prenda de interior está la cotilla, con unas hechuras muy parecidas al justillo, que presenta el envarado en todo el contorno del tronco y unos adornos más lujosos. Muchas de ellas se atan en la espalda, y en ocasiones lucen la pala copiosamente engalanada con cintas o cordones cuya función no es sino el mero adorno

   En muchas ocasiones nos encontramos con la confusión de términos, pues en muchas zonas se adoptó la palabra "cotilla" para referirse al justillo, que es una prenda exterior.


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LA CASACA

 Sobre ella las damas vestían casaca, propia de las clases altas. En nuestros archivos constan tres casos: Juaquina Ombuena, de Segorbe, que se casa con Bernabé de la Llave, Abogado de los Reales Consejos en 1758,  Juaquina Latorre, hija del difunto médico de Jérica, que vive en Segorbe hasta su boda con Agustín Castelló, labrador de Jérica, en 1773 y Dª Clara Martín, viuda del Doctor D. Juaquín Melchor, de Segorbe, en el inventario de los bienes a su muerte en 1786.

“... Otrosí: Una Casaca de Hermosilla de seda de color de perla con sus hechuras, nueva, en siete libras, seis sueldos y ocho dineros....

... Otrosí: Una Casaca de tafetán noble negra nueva quatro libras, catorze sueldos y ocho dineros... 

   ... Otrosí: Una Cotilla de Melania azul guarnecida de nácar nueva en cinco libras, diez y seis sueldos y quatro dineros...” 

   La casaca, a diferencia del jubón está formada por un cuerpo con faldón y mangas cortas de trapecio, que cubren hasta el pliegue del codo, ricamente adornadas. La seda más rica es la materia prima utilizada: espolín, tafetán noble.

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   No tiene pala, por lo que se abrocha dejando ver completamente o sólo en parte la parte delantera de la cotilla o una pieza rígida forrada de seda con cintas y encajes, de forma triangular que la simula,  llamada petillo.

   Sin embargo, las influencias entre las modas de las diferentes clases sociales hacen que el petillo se haya utilizado con algunos jubones, ya sea por adorno o por una razón práctica: para ensanchar el cuerpo haciéndolo servir para distintas tallas. Josefa Martín, de Albentosa (Teruel), para casarse con Joseph González, labrador de Segorbe en 1758 presenta en su inventario una colección de petillos, pero ninguna casaca, ni cotilla:

“... Otrosí: Seis petillos de diferentes colores de tapicería y melania una libra y diez sueldos...” 



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Para saber más sobre las piezas de las fotografías podéis consultar el siguiente enlace:

sábado, 2 de enero de 2016

El jubón y el justillo.


EL JUBÓN

  Las mujeres de las clases populares mantienen una prenda clásicamente española que había sido exportada a todas las cortes europeas en los siglos anteriores:  el jubón, al que van adaptando la nueva estética.

   Los oficios de sastre-mestre- giponer y giponer o juponer en el siglo XV en Segorbe están documentados en el estudio de Joaquín Aparici “ El Alto Palancia como polo de desarrollo económico en el siglo XV. El sector de la manufactura textil”.

   En la indumentaria popular el jubón es una prenda independiente que cubre el cuerpo hasta la cintura y así se recopilan en los inventarios, pudiendo o no formar parte de un traje.


Para cortar este Jubón a flores, lo primero cortaré la Seda, y la pondré a su labor, y por nuestro lado salen los delanteros, y por el otro lado la espalda, en medio de estos sale una bota, y una aldilla pequeña y luego las mangas, y al lado la otra bota. Lleva de vara de Aragón, dos varas y media. Saldrá con lo dicho, como se ve figurado por esta Traza”.

( Trancripción de una parte de la Lám. 101 del libro “Geometría y Trazas...”. Juan de Albayzeta.  )


   El tejido más habitual es la seda en muchas variedades: damasco, filadíz, paño de seda, aldúcar, seda de faya  o saya de reina,  sipa de seda,  nobleza, munumana de seda, tafetán de la China, espolín de la China, etc. Le sigue el terciopelo (que también era de seda) y la lana: albornoz , barragán , bayetón , burazo , calamanca , chamelote , estameña , paño o paño fino. Más escaso es el lienzo y algún tipo de algodón: la indiana.

Gráfico 1:  Porcentaje de mujeres que poseen jubones de los diferentes tejidos.


   Para hablar del color hay que distinguir los tejidos, puesto que, por ejemplo en los de terciopelo predomina el negro, aunque hay uno con felpillas azules y vueltas de raso azul.

   Los de lana son negros, marrones o derivados. Hay uno de color de pasa y otro albercocado, es decir, del color del albaricoque. Un tercero se describe como verde rayado.

   En el grupo de la seda el color que más abunda es el negro y le siguen los morados, rojos, azules, blancos o beiges, amarillos, combinados y con flores.

   En general, los jubones que están confeccionados con los tejidos más ricos lo son también en variedad de colores, en los diseños de las telas (damascos, espolines...), y en los adornos.

   En total, en el 35,3 % de los casos el color es el negro, el 42,4 % son de otro color y en el 22,3 % no nos aportan esa información.

   En cuanto a la tipología, distinguimos los de mangas largas y ceñidas o cortas. En los de manga larga se puede adornar el acabado del puño de forma variada: despegada en puntas, con vuelta o ajustada por medio de botones que se nos muestran de plata y de filigrana.

“... Un jubón de Aldúcar morado de cochinilla con botones de plata, nuevo en tres libras ...” 

   “...Otrosí : Un jubón de terciopelo negro con Botones de filigrana en doce libras ...”
  
   A propósito de las mangas, en las Cartas Matrimoniales de Vicente Sanz y Rosa Calpe, vecinos de Segorbe, se citan “...unos buelos con randa en treze sueldos”. ¿Qué quiere decir esto? El Diccionario de la Academia de Autoridades en 1729 recoge la acepción de  vuelo como:

“...Significa tambien un adorno del brazo por la parte de la muñeca, especialmente en las mugeres: llamado assí porque vá al áire;...”
  
   Esto son las puntillas en la bocamanga, que se cosían a una cinta y de esta manera se podían utilizar con diferentes jubones.

    Las mangas, que Juan de Albayzeta describe como "mangas justas"son largas y pueden llegar a ser tan estrechas que a veces no se pueden coser por completo al hombro ya que se impediría el movimiento del brazo. A esa parte que se queda sin coser se le llama "sobaquera".

   SOBAQUERA  : s.f. La abertura que suele quedarse de propósito en los vestidos en la union de la manga, y cuerpo á la parte del sobaco...  RAE U 1791 (Pag: 769,2) 

   Diferentes son las "mangas de Estado", que vienen a ser una versión de las mangas perdidas con una forma característica. Éstas  parecen haber quedado relegadas a los jubones de aquéllas damas de la corte que todavía no hubieran caído bajo el influjo de la moda francesa. Su destino final es la desaparición, como ya ocurrió con las mangas arrocadas o acuchilladas.

    Cuando se trata de jubones de manga corta, ésta puede terminar por encima o por debajo del codo, siendo éstas las más lujosas. También puede llevar numerosos adornos.

   El sastre aragonés describe las "vueltas también llamadas botas" de las mangas. Este adorno consiste en añadir un trozo de tela vuelto y recogido en frunces o pliegues en la bocamanga, al que no hay que confundir con el rodete :

    RODETE : Llaman tambien el adorno de la misma ú otra tela, que se pone en las mangas de las casacas de las mugéres, por encima de la sangría del brazo… RAE U 1791. (Pag: 736,1)

   Parece haber consenso entre los diferentes investigadores al afirmar que los jubones que más aparecen son los que rematan la cintura con aletas cortadas, para permitir el vuelo de la falda. Si son de manga corta también es más numeroso el grupo de los que tienen mangas por encima del codo, adornadas con galones y encajes que salen de su interior y que    corresponden a las mangas de las camisas, aunque en ocasiones se imitan.

“... Otrosí : Un jubón de estameña glasada guarnecido con randas en tres libras y diez sueldos ...” 


    Para ciertas ocasiones, como por ejemplo para entrar a una iglesia, era preceptivo utilizar la manga larga, para lo cual se idearon unas piezas, los  manguitos, que eran como unas medias mangas ajustadas que cubrían desde los codos a las   muñecas. Así, en verano las mujeres podían seguir utilizando justillos  y jubones de manga corta que quedaban disimulados en esos momentos entre los mantos o las mantillas y los manguitos.

   En la parte delantera todos tienen una pieza en forma de V más a menos pronunciada, la pala u ojetera que siempre va envaretada, es decir rellena de varas a modo de ballenas. El resto de la pieza también puede llevarlas formando diversos diseños, siempre con la función de ceñir y dotar de rigidez al cuerpo. Aunque no es lo más habitual, los pespuntes que contienen dichas varas pueden quedarse en el forro, que es de algún tipo de lienzo bastante consistente, de manera que el exterior del jubón quede liso.

   Las varas son de algún material común en cada terreno que tenga como característica imprescindible poder aportar esa dureza, como los brotes de olivera, cañas, esparto etc. De esta forma el tronco de la mujer tiene forma de cono invertido. La cintura será la parte más estrecha del cono, mientras que el pecho queda oprimido sin opción de marcar las curvas.

   Aunque citamos la pala, ésta puede ser independiente unida al resto con una costura o estar integrada en la misma parte delantera en cuyo caso se diferencia por los pespuntes del envarillado.

  EL JUSTILLO

 El justillo se estructura de manera similar, con la particularidad de no llevar mangas. La parte del hombro puede ir cerrada en forma de tirantes.

   La diferencia más llamativa es la utilización de las sedas: si en los jubones el porcentaje era del 60 %, en este caso se eleva hasta el 85 % aproximadamente. 

   Aunque para la conformación del traje regional en la comarca del Alto Palancia se desestimó el uso del espolín, si que aparece este tipo de tejido en los inventarios. De hecho se refiere la producción de seda en Algimia de Almonacid, Almedíjar, Altura, Azuébar, Bejís, Benafer, Cárrica, Castellnovo, Caudiel, Chóvar, Gaibiel, Gátova, Geldo, Higueras, Jérica, Matet, Navajas, Pavías, Sacañet, Segorbe, Soneja, Sot de Ferrer, Teresa, Torás, La Vall de Almonacid, Villatorcas y Viver en "Indumentària Tradicional Valenciana. Matèries primeres, color i ornamentació en la roba tradicional" de Francesc Xavier Rausell Adrián. (Andana Editorial. 2014, págs 37 y 38).

  Predomina el color rojo (carmesí, carmexizo), seguido del azul, el verde, el blanco (campo de leche, color de oblea, color de leche), combinados (blanco y azul, azul y carmesí) y los de flores y espolín.

...”Otrosí: un justillo de espolín de China en precio de una libra ...” 

“...Otrosí: Un justillo de estofa carmesí usado en dos libras…” 




Gráfico 2: Comparación de los colores utilizados para la confección del jubón y del justillo.


   Los inventarios dan una proporción de un justillo por cada tres jubones, lo que viene a ser el tiempo de verano. Sin embargo, han llegado a nuestros días muchos justillos y pocos jubones. La causa de este desajuste podría venir dada por el propio desgaste por el uso, por ser el justillo fácil de guardar, porque un jubón estropeado se puede reconvertir en justillo y porque se ha podido seguir utilizando esta prenda como corsé interior en épocas más tardías.






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      En este punto os aconsejo visitar la parte del GLOSARIO que habla de los tejidos y la de las prendas de tronco femeninas.

        Doy las gracias a Josep Antoni Durá i Vives por su colaboración desinteresada en la búsqueda de prendas originales que nos ayudan a visualizar los diferentes conceptos aquí expuestos.